Separación y divorcio entre cristianos

Recientemente, en mi entorno más cercano, hemos vivido una muy triste historia de divorcio entre dos personas que dicen profesar la fe cristiana desde hace años.

Lo que en un principio algunos pensamos que sería una crisis matrimonial pasajera, finalmente se convirtió en una persona que se divorcia de su legítimo cónyuge sin que mediara adulterio por parte del otro cónyuge (creemos que quizá -y no lo podemos asegurar al 100%- la única excepción).

Además, a los pocos meses esa persona se casa con otra que, profesando ser cristiana también, ha dejado a su pareja (¡También cristiana!) y a sus hijos en un país lejano, para irse a vivir con esta "nueva pareja".

El entorno eclesial en el que esto ha sucedido, se autodenomina creo que pomposamente: "fundamentalista" y "Bíblico".

Sin embargo he observado mucha confusión y falta de "fundamento" en la manera en la que este caso se ha llevado; tanto por parte de la Iglesia, como por parte de las personas de fe cristiana del entorno de esta pareja ahora tristemente rota.

Hablo de un tipo de iglesias y un entorno donde se condena a un hermano por beber un vaso de vino o cerveza o donde se excluyó a un hermano (se le invitó amablemente a irse a otro sitio) por una diferencia doctrinal tan tonta como creer en que la iglesia pasará por la Gran Tribulación frente a la teoría (para él una fábula) del arrebatamiento secreto antes de dicho acontecimiento.

Lo primero que haré entonces, para traer algo de luz a este tema, es definir los dos conceptos de los que habla la Biblia:

Separación y Divorcio. No son lo mismo:

LA SEPARACIÓN:

NO es una ruptura del lazo matrimonial. Un diccionario cualquiera la define como "Interrupción de la vida en común de dos personas casadas, por común acuerdo o por decisión de un tribunal, sin que se rompa definitivamente el matrimonio".

De hecho en los códigos civiles de los países occidentales se mantiene la obligación de guardar fidelidad al cónyuge del que uno se ha separado. Es evidente que en la sociedad actual solo las personas de firmes convicciones morales o religiosas mantienen esta fidelidad.

La Biblia nos habla de este caso por ejemplo en 1ª de Corintios 7: 11-12: "...y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido"

El contexto nos muestra que la separación no es el estado ideal ni la voluntad de Dios para un matrimonio cristiano. Pero si por diversos motivos lícitos (maltrato físico, abusos, etc.) uno de los cónyuges decide separarse y abandonar la vida en común, la Biblia parece indicar con toda claridad que esto es posible, pero que sigue siendo un matrimonio en toda regla, y que deben permanecer castos, sin casarse y en todo caso deben buscar la reconciliación.

EL DIVORCIO:

En el caso del Divorcio, los códigos civiles del mundo hablan de él como una disolución del lazo matrimonial.

El matrimonio deja de existir y uno puede entonces volverse a casar sin incurrir en el delito de la poligamia. En la sociedad actual existen numerosas causas de divorcio, y hoy en día se habla hasta del "divorcio exprés". 

Desgraciadamente esta idea ha entrado en la Iglesia, los estándares morales han caído tan bajo, que no es raro encontrarse con congregaciones donde muchos de sus miembros han estado unidos a otras personas no una ni dos, sino tres o más veces.

Sin embargo creemos que el Nuevo Testamento deja claro que solo habría una razón legítima ante Dios para divorciarse entre cristianos (y esto incluye a parejas donde uno solo de los dos cónyuges lo es): El adulterio. Y ni siquiera todas las iglesias cristianas están de acuerdo tampoco en que esto sea lo que Jesús quería decir.

Todas las otras razones que uno pueda proponer para repudiar a (divorciarse de) su pareja son falsas: Falta de amor, malos tratos, impedimento de seguir la fe, etc. que solo tienen como salida la separación, pero NO el divorcio. Veámoslo:

"Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio..." (Jesús en Mateo 5:32).

Una primera interpretación más "ligera" entendería que Jesús deja claro que solo hay una causa legítima para repudiar a la pareja (divorciarse): "...por causa de fornicación...". En tonces, una persona que se divorcia de su marido o mujer por cualquier otra causa, comete un gravísimo pecado. 

Iglesias como la católico-romana e iglesias protestantes o evangélicas muy conservadoras dicen que darle este sentido a este texto también es erróneo. Veamos así por ejemplo lo que dice el Catecismo de la Iglesia católico-romana:

"1650 Hoy son numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo (“Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”), que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento de la penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia.

1651 Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de que aquellos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados:

«Exhórteseles a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios»".

La interpretación que da el Catolicismo-romano, (similar a la que dan iglesias muy conservadoras evangélicas) es que :

"Cristo dice: «el que deja a su mujer y se casa con otra, comete adulterio», «y el que se case con la divorciada comete adulterio». El adulterio se castigaba con la pena de muerte entre los hebreos, es decir, era algo muy grave.

San Mateo pone una excepción: «en caso de concubinato». Porque si no estaban casados, la separación no sólo es lícita: es conveniente. A no ser que decidan casarse.

«Los autores apuntan a interpretar correctamente la expresión porneía, que utiliza San Mateo. Ésta no sería simple fornicación ni adulterio, sino propiamente el estado de concubinato. El término rabínico empleado por Cristo habría sido zenut, que designa la unión ilegítima de concubinato. (...) En tal caso, es evidente que no sólo es lícito la separación, sino obligatoria, puesto que no hay matrimonio sino unión ilegal. Esta explicación se refuerza tomando en cuenta que San Pablo, en su carta a los Corintios, califica la unión estable incestuosa del que se había casado con su madrastra como porneía. A esto mismo haría referencia el Concilio de Jerusalén al exigir que los fieles se abstengan de porneía, o sea de las uniones ilegales aunque estables. Ésta última es, tal vez, la más plausible de las interpretaciones, y la sostuvieron autores como Cornely, Prat, Borsirven, Danieli, McKenzie; también algunas versiones de la Biblia»" (Tomado de https://es.catholic.net/)

El asunto es, sea que una persona creyente pueda divorciarse únicamente por causa de la infidelidad conyugal de su pareja, o que ni siquiera en este caso sea posible como interpretan otros creyentes, la Biblia trata el asunto con muchísima seriedad, y siempre pone en paralelo el adulterio y la fornicación con la muerte:

"La cual abandona al compañero de su juventud, y se olvida del pacto de su Dios. Por lo cual su casa está inclinada a la muerte, y sus veredas hacia los muertos" (Prov. 2:16-18)

El libro de Proverbios esté lleno de terribles advertencias sobre el adulterio, y repetimos que el adulterio en la Biblia siempre se relaciona de una manera u otra con la muerte.

Una persona cristiana o no, divorciada por una causa que no sea el adulterio de su cónyuge, que se vuelve a casar, está cometiendo adulterio a los ojos de Dios.

En el Antiguo Testamento el adulterio era uno de los pocos pecados punibles con la muerte. 

Entre los cristianos primitivos, que lo veían como un pecado gravísimo, era lo que llamaban un "pecado de muerte" (ver 1ª Juan 5: 16-17) que en la actual iglesia de Roma se denomina por tradición "Pecado Mortal" (para la iglesia de Roma uno pierde su salvación si muere en ese pecado).

En el mundo evangélico que quiere seguir la Biblia y ser medianamente consecuente con ella, hay una sola actitud que mantener con los que llamándose cristianos o hermanos son fornicarios o adúlteros:

"Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis" (1ª Cor. 5:11).

No es popular. No es "políticamente correcto". Hay un precio que pagar.

Solo debemos recibir como creyentes en Jesús en nuestras iglesias, casas y reuniones a una persona así cuando haya dejado su pecado.

La excusa del "amor" o de la posible restauración no es válida mientras esta persona continúe en su adúltera relación.

Debemos romper todo lazo (eso incluye tenerle en las redes sociales como si nada) con el que persevera en un pecado de este calibre de forma impenitente. No basta que esa persona "pida perdón" si no abandona su pecado.

Decía Calvino que hasta un perro ladra cuando su amo es atacado. ¿No haremos nada nosotros cuando un escándalo de esta gravedad se quiere tratar en la iglesia de Jesús como si nada?

Este perro que escribe estas líneas, ladrará mientras tenga voz.

En muchas iglesias, sobre todo el entorno y contexto Norteamericano, incluso "fundamentalista" o pomposamente autodenominado "bíblico", el divorcio sin motivo escritural (y por tanto adulterio si se vuelven a casar) es tan común que tienen cauterizada la conciencia y lo toleran como si nada.

Es lo que creo que ha pasado en el caso que ponía como ejemplo al principio.

Cuando Jesús habla de que lo que Dios ha unido no lo "separe" el hombre, se refiere claramente al divorcio. Veámoslo:

"Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (Mateo 19:3-6)

La persona de la que hablo arriba, alegaba que como un tribunal civil le concedió el divorcio, entonces tiene derecho a "casarse" nuevamente.

Los tribunales civiles terminarán permitiendo que uno se case con su mascota. Esos mismos tribunales permiten el matrimonio entre homosexuales. Los tribunales civiles no son Dios.

Todo son excusas para aceptar el adulterio:

"El proceder de la mujer adúltera es así: Come, y limpia su boca y dice: No he hecho maldad" (Prov. 30:20)

Ante los ojos de Dios una unión de una persona divorciada sin que haya sido por causa de fornicación del cónyuge (o según la otra interpretación, en ningún caso), está cometiendo fornicación, adulterio, y haciendo que el (o la) que se ha casado con él (o ella) fornique y adultere: "...y el que se casa con la repudiada, comete adulterio...".

Sólo hay un camino para el divorciado vuelto a casar (salvo causa de fornicación): El arrepentimiento genuino: Dejar esa relación adúltera.

Sólo hay un camino para la iglesia y la cristiandad con gente que diciéndose cristiana persevera en su fornicación y adulterio: Separarse de ellos, y ni aún comer con ellos. Romper todo contacto con ellos hasta que se arrepientan (no de palabra, sino de acto) y entonces sí volverles a recibir como hermanos que por un tiempo se apartaron.

El divorcio siempre es un caso triste y difícil: Lo que escribo es para traer cruda luz sobre este tema. Sé que hay situaciones muy, muy complejas que se deben estudiar con cuidado, pero la realidad de lo escrito negro sobre blanco por los apóstoles del Señor Jesús, es esta.

El divorcio salvo por causa de fornicación, y el consecuente adulterio, es una de las cosas más serias y destructivas que asolan la iglesia.

Un pecado de una extrema gravedad y por lo que veo ciertas iglesias que cuelan el mosquito en estupideces, dejan pasar el camello del divorcio y el adulterio.

No debemos juzgar los corazones ni las intenciones de la gente QUE SOLO DIOS CONOCE. Yo no lo hago.

Sí podemos (y debemos) juzgar a la luz de la Biblia acciones y actitudes como la de este caso y la de las iglesias y hermanos que los acogen en su seno como si nada hubiera pasado.

Dios le bendiga,

JPV

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