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"Y fue dado aviso al rey de Egipto, que el pueblo huía; y el corazón de Faraón y de sus siervos se volvió contra el pueblo, y dijeron: ¿Cómo hemos hecho esto de haber dejado ir a Israel, para que no nos sirva?" Ex. 14:5
¿Todavía te anda persiguiendo el amo terrible al que servías antes que a Jesús...? Lo primero hermano: ¡ten cuidado! ¡No lo sirvas! Deshazte de él con temor de Dios antes que te destruya y te haga volver a Egipto. No juegues con el pecado.
Piensa que quizá igual a ti, a diferencia de lo que hizo Dios con Moisés, el Santo de Israel no te ha prevenido de que ese viejo amo no te va a dejar salir de Egipto a la primera.
Quizá hasta en la iglesia a la que asistes, te han dicho que ahora todo te va a salir bien y no vas a tener más problemas en tu vida ¡qué iluso si crees que es así!.
Los milagros se han producido delante de tus ojos, has visto la liberación de la esclavitud (tu salvación) y te crees que ahora todo va a ser un camino de rosas. El ángel de la muerte pasó y tú fuiste librado, despojaste a los egipcios y saliste triunfante.... pero...
"Siguiéndolos, pues, los egipcios, con toda la caballería y carros de Faraón, su gente de a caballo, y todo su ejército, los alcanzaron acampados junto al mar..." Ex. 14: 9
Pasa el tiempo y descubres que los problemas siguen ahí. Incluso desde que eres cristiano en ciertos aspectos han aumentado.
A un lado Faraón y Egipto. Ellos sólo te quieren para que los sirvas... si lo haces y te rindes, probablemente te dejen en paz. Al otro lado el mar rojo, infranqueable y detrás... el desierto. La incertidumbre.
Tu única salida: la confianza (la fe). Igual si te descuidas, hasta ves el Mar Rojo abrirse. Y si no lo ves abrirse, ¡tampoco le sirvas!
Hermano: No obedezcas a ese viejo amo que no quiere más que tu destrucción y quitarte toda esperanza.
"No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado" Daniel 3: 17-18
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