CLEMENTE DE ROMA Y LA SALVACIÓN POR GRACIA POR MEDIO DE LA FE

UNA DOCTRINA BÍBLICA EN EL SIGLO I Y EN EL XXI

Para la religión católico-romana el judío Clemente fue el tercer papa.

Vivió a finales del siglo I y es muy posiblemente el Clemente que cita Pablo en su carta a los Filipenses capítulo IV versículo 3º (ya que es un padre apostólico, que conoció a los apóstoles).

En su carta a los siempre díscolos Corintios les dice entre otras muchas cosas lo siguiente acerca de la Salvación:

"De igual modo nosotros, por Su voluntad llamados en Cristo Jesús, nos justificamos no por nuestros méritos, sabiduría, inteligencia, piedad o cualquier otra obra que hacemos en santidad de corazón, sino por la fe, por la cual Dios Todopoderoso ha justificado

a todos desde el principio" (Clemente a los Corintios 32:4)

¿Cómo pudo así un "papa" sostener esta doctrina de la sola e inmerecida Gracia para la salvación que según la religión católico-romana es protestante y aparecida con el "hereje" Lutero en el siglo XVI?

Y me llama la atención que la traducción católico-romana de este texto en la colección Ichthys no traduzca "justificar", sino "santificar", como si les diese miedo decir lo que Clemente dijo (usando en el original la expresión griega dikaion que la "protestante" traducción de CLIE si cita).

Así, como sostiene el cristianismo evangélico serio y bíblico, las obras para estos escritores paleocristianos son del mismo valor que para la doctrina evangélica (Bíblica, no romanista). Son un adorno, una consecuencia de la fe que salva. Solo la Gracia por medio de la Fe en Cristo salva. Miremos como se insiste en el hecho en Clemente:

"No os cansabais de obrar bien, sino que estabais dispuestos para toda buena obra. Estando adornados con una vida honrosa y virtuosa en extremo" (Clemente a los Corintios II)

"Hemos visto que todos los justos estaban adornados de buenas obras. Sí, y el mismo Señor, habiéndose adornado Él mismo con obras, se gozó. Viendo, pues, que tenemos este ejemplo, apliquémonos con toda diligencia a su voluntad; hagamos obras de justicia con toda nuestra fuerza" (XXXIII)

La obra es consecuencia de la salvación inmerecida (¡pobre de aquel que le quita ese solo mérito a Cristo!), y no precede a la salvación, sino que la sigue. Esforcémonos pues, hermanos, como el Señor nos exhorta y manda, a hacer buenas obras y adornarnos con ellas: que muestren a los 4 vientos que Cristo nos ha salvado inmerecidamente por su Gracia misericordiosa.