La Divinidad de Cristo III

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La Divinidad de Cristo vindicada nº3

, 7 de Noviembre, 2004 19:36:17 (+0100)

Autor www.cristianismo-primitivo.org <autor @......................org>

Estimado amigo,

Te dejo con el tercer mensaje de la serie "La Divinidad de Cristo Vindicada". Te recomiendo que lo leas y lo medites (no te llevará más de 10 minutos antes de acostarte, como devocional, por ejemplo). Se trata aquí de hacer caso a las advertencias dadas por el santo apóstol a la Iglesia:

"Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne" (Filipenses 3:2-3)

Desde ciertos sectores judaizantes se pone en duda de manera sibilina y velada, sin decirlo claramente de una vez por todas, la Divinidad de Nuestro Señor Jesús, su Filiación Divina, la fiabilidad del Mensaje Neotestamentario tal y como nos ha llegado (la fiabilidad de las Escrituras), la salvación por Gracia y otros pilares del cristianismo (que en lengua hebrea no es sino mesianismo), se me hace preciso, como dice Judas en su epístola:

"que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo" (Judas 1:3-4)

No te lo van a decir abiertamente, e incluso te dirán que no creen así, pero esta es una realidad que se está infiltrando en la iglesia y de la cual nos avisó no solo el mismo Señor, sino profusamente sus apóstoles.

Te dejo con el estudio:

CRISTO, EL MISTERIO DE DIOS

«Y a Aquel que es poderoso para estableceros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, conforme a la revelación del misterio que ha sido guardado en secreto por las edades sin fin, pero que ahora es manifestado y que por medio de las escrituras de los profetas, conforme al mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las naciones para guiarlas a la obediencia de la fe; al único Dios sabio, por medio de Jesucristo, sea la gloria para siempre. Amén» (Ro. 16:25-27).

El maravilloso misterio de Dios es lo que Dios ha hecho y hará a través de Jesucristo. El misterio de Dios no es otra cosa que la mismísima persona de Cristo y todo lo relacionado con ella:

1) La proclamación del reino (Mr. 4:1 l).

2) El escándalo y la locura de la Cruz (1 Co. 1:18-25), que sin embargo revela la suprema sabiduría de Dios (1 Co. 2:1 s), oculta por los siglos pero ahora disponible por el ministerio del Espíritu Santo, que nos capacita para entender, al menos en parte, la mente del Señor, o sea, la mente de Cristo (1 Co. 2:16).

3) La predicación de la salvación por fe en Jesucristo, el Evangelio (Ro. 16:25; Ef. 6:19), que debe ser realizada por los siervos de Jesucristo, que forman su Iglesia (Ef. 3:8-13; cf. v. 10).

4) La relación inefable entre el Señor y su Iglesia (Ef. 5:32), la Cabeza y el Cuerpo.

5) La transformación y glorificación de los creyentes en la Segunda Venida del Señor (1 Co. 15:5 1 s).

Sin embargo, el misterio de Dios no ha sido aún completamente revelado. Todavía no podemos sino casi intuitivamente arañar su superficie. Conocemos con certeza algunos hechos importantes -lo necesario para la salvación-, pero, estamos muy lejos de conocer las cosas de Dios como El conoce las nuestras (1 Co. 13:12). El resumen, en forma de himno, que Pablo da en 1 Ti. 3:16 es ilustrativo: Dios se ha manifestado en carne, es decir, se ha hecho hombre (Jn 1:1 y 14); el Espíritu Santo da testimonio de ello (en el bautismo, en la transfiguración, en Pentecostés, y actualmente en el corazón de todo creyente); los ángeles lo presenciaron (en la concepción, en el nacimiento, [Lc. 2:8-15, tras la tentación, [Mt. 4:1 1], en la resurrección, y actualmente en la adoración celestial [He. 1:61); la proclamación y aceptación del evangelio por todas las naciones (1 P. 2:9s; Ap. 5:9), y la ascensión del Señor a los cielos (Hch. 1:9s).

Mas sólo tras la última trompeta será cumplido, completamente revelado, el misterio de Dios (Ap. 10:7; cf. 1 Co. 15:52; 1 Ts. 4:16). Esta revelación final, que podemos recitar pero difícilmente imaginar en su inmensidad y significado, es que, «en el cumplimiento de los Tiempos», Dios reunirá «todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra» (Ef. 1:9s). Juan lo expresa así: «El reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos» (Ap. 11: 15).

¡El misterio final, pues, es que el Padre comparte plenamente su reino con su Hijo Jesucristo, y que ambos serán igualmente templo y luz eternos en la Jerusalén celestial! (Ap. 21:22s).

(“La Divinidad de Jesucristo vindicada: Señor mío y Dios mío”, Dr. Fernando D. Saraví, Ed. CLIE, 1989 Terrassa, Barcelona. Pags. 35-37